jueves, 4 de diciembre de 2008

La metáfora

Os recuerdo lo que es una metáfora.
TUS LÁGRIMAS son PERLAS.
Esto es una metáfora. En ella identificamos una cosa (tus lágrimas) con otra que SE LE PARECE (las perlas). Esta identificación –si la metáfora es buena- arroja nueva luz sobre la realidad, que vemos de una manera más profunda y auténtica. Después de esa identificación descubrimos que esas lágrimas son algo preciado y valioso como una joya.
Toda metáfora tiene dos elementos: el TÉRMINO REAL (las lágrimas) y la IMAGEN (las perlas).

Hay muchas formas de expresar una metáfora. Os recuerdo algunas.

Si el término real aparece junto a la imagen decimos que son metáforas impuras.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir

T.R.: NUESTRAS VIDAS
I.: LOS RÍOS

T.R.: EL MORIR
I.: LA MAR

Mocita, dame un clavel
dame el clavel de tu boca


T.R.: EL CLAVEL
I.: TU BOCA

Peinando sus cabellos de oro fino

T.R.: SUS CABELLOS
I.: ORO FINO

amapola, [...]
boca de la primavera azul


T.R.: AMAPOLA
I.: BOCA DE LA PRIMAVERA AZUL

Si sólo aparece la imagen decimos que son metáforas puras.

¡Qué perfume de flor de cuchillo!

T.R.: SANGRE
I.: FLOR DE CUCHILLO

De este, pues, formidable de la tierra
bostezo,
[...]

T.R.: CUEVA
I.: FORMIDABLE BOSTEZO DE LA TIERRA

Ejercicio siete. Dos descripciones

Os propongo ahora un ejercicio menos ambicioso que los que habéis hecho hasta ahora. Del infierno vamos a pasar a nuestras modestas manos. Tenéis que hacer dos descripciones breves de ellas (unas noventa palabras cada una). Una objetiva y otra subjetiva. En la subjetiva debéis incluir de manera obligada dos epítetos, un símil y una metáfora. En la objetiva procurad, por el contrario, que no haya ninguna expresión figurada ni ningún epíteto.

Aquellos cuya imaginación necesite una mayor motivación podéis sustituir vuestras manos por un dragón o cualquier otro animal mítico (un unicornio, una sirena…).

Las descripciones no deben limitarse a cumplir los requisitos señalados. Deben ser lo más logrado, literariamente hablando, que seais capaces de escribir.

martes, 25 de noviembre de 2008

Garfio

El capitán Garfio me escribe la carta que copio a continuación. A pesar de lo faltón que es, es un buen amigo y siempre hemos estado muy unidos.
Es una carta muy crítica (es un cascarrabias) pero quizá os pueda interesar.
Para que vea que no es lo mismo predicar que dar trigo, le voy a permitir publicar entradas en este cuaderno y dejar comentarios.
Confío en que sea para bien. (Si se desmanda convierto su sombrero en cocodrilo.)

Sr. mago Merlín:
Es usted un blandón y va a malograr el talento de sus discípulos, que merecerían un maestro más valiente y exigente.
He leído con atención los ejercicios de sus alumnos y sus comentarios (los de usted) y me ha invadido la indignación.
Le pondré varios ejemplos.
Bruja Mandarina y Flor de Chocolate son las alumnas que todo profesor querría tener: trabajadoras, aplicadas, imaginativas... ¿No van a ser capaces de escribir de acuerdo con las normas de la Real Academia? Pues a qué espera para exigírselo. Sin disciplina no hay aprendizaje. ¡Decirles “de broma” que escriban diez veces las palabras mal escritas! ¡Hasta mil (o un millón) deberían escribirlas si es la manera de que aprendan! Y mientras no lo hagan... al palo mayor a estudiar las reglas.
Y qué decir de Ras Bao. El indudable talento de ese chico se va en bravatas y chulería. ¿Cómo no le obliga a entregar todos y cada uno de los ejercicios y le permite ese tono irrespetuoso? Sin trabajo y sin humildad tampoco se puede aprender. Nada de bromear con él. A limpiar la cubierta y con media ración de rancho hasta que no escriba lo que tiene que escribir. Y si es necesario encerrarle en la bodega con lápiz y papel, se le encierra.
Y Angria, una chica que lee a las hermanas Bronte... no va a ser capaz usted de apretarle un poco las tuercas para que dé lo mejor de sí, que todavía no lo ha dado.
El último ejercicio de Ranita es verdad que es muy bueno, pero también, que no está muy bien puntuado. Y lady Ezternut, que escribe de esa manera tan personal, ni siquiera se molesta en poner mayúsculas. Y usted, nada, una sonrisita y casi que le pide por favor que las ponga. Nada de eso. A limpiar los cañones de babor y luego a escribir mil veces las normas que atañen al uso de mayúsculas.
Y Patricio, su ingenio es comparable a su pereza. Y su pereza es lo que hay que corregir. (Su ortografía también, pero primero su pereza.) Ningún día sin trabajo. Y si no, los cañones de estribor también necesitan una limpieza.
El Sr. Cangrejo tiene madera de escritor, pero si le deja usted a su aire, que siga entregando todo en el último momento, esperando a que le llegue la inspiración... Nada de inspiración. Trabajo. TRA-BA-JO.
Con su blandenguería será usted capaz de malograr incluso a esos alumnos que no necesitan profesor porque son capaces de aprender solos, como Isabella Marie Swan, a la que también se le escapa alguna falta de ortografía (Si a nadie le pasa nada por escribir con incorrecciones, ¿por qué esforzarse?)
En fin, no sigo porque no terminaría, en todos sus alumnos (Bonifacio, Bob Esponja, Gary, Duendecilla, Denis, Genevieve, William Wallace, la Sra. Puff, Reina de Saba, Colibrí, Minnie, doña Maripili, Grillo, Matamagos, Sparrow... ) hay un metal valioso que tiene que ser templado por el fuego, no acariciado por palabras dulces, por muy mágicas que se pretendan.
Un saludo de Garfio.

No os asustéis por su tono, que le dejaré hablar y despotricar pero, en última instancia, el que manda soy yo.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Ejercicio seis. En el infierno

El espacio es otro de los elementos fundamentales de una narración. El siguiente ejercicio es para comprobar esa importancia. Consiste en situar una historia (la podéis inventar o adaptar) en el infierno. ¿Cómo se desarrollará una historia de amor, o de amistad, o de asesinatos, en el infierno…?
Podéis entreteneros leyendo las dos historias que os copio a continuación. Las dos suceden en el infierno, aunque son infiernos muy distintos.

La primera es una historia de la mitología mesopotámica. La recojo de un libro de mitología.

Isthar era señora del firmamento, poderosa diosa del amor y de la guerra. Su primer esposo fue Tammuz. Al morir Tammuz, Isthar descendió a los infiernos para arrancarle a su hermana, la terrible Ereskigal, el poder sobre la vida y la muerte. Después de darle instrucciones a su sirviente Papsukal, de ir a rescatarla si no regresaba, Isthar descendió a la tierra de las tinieblas. Comenzó valiente y desafiante, gritando al portero que abriese la puerta antes de que la echase abajo. Pero en cada una de las siete puertas se iba despojando de una de sus prendas, y con ellas se iba despojando de su poder, hasta que llegó desnuda e indefensa ante Ereskigal, que la mató y colgó su cuerpo de un clavo. Con su muerte, todo el mundo comenzó a languidecer. Pero el fiel Papsukal se llegó hasta los dioses y les pidió que creasen un ser capaz de entrar en el mundo de los muertos y resucitase a Isthar con la comida y el agua de la vida. Así es como Isthar volvió a la vida, pero tenía que pagar un precio. Durante seis meses al año, Tammuz debe vivir en el mundo de los muertos. Mientras está allí, isthar ha de lamentar su pérdida; cuando en primavera él vuelva a salir, todos se llenarán de gozo.


La segunda la recoge Borges en La historia universal de la infamia.

Un teólogo en la muerte

Los ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchton, le fue suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente igual a la que había tenido en la tierra. (A casi todos los recién venidos a la eternidad les sucede lo mismo y por eso creen que no han muerto.) Los objetos domésticos eran iguales: la mesa, el escritorio con sus cajones, la biblioteca. En cuanto Melanchton se despertó en ese domicilio, reanudó sus tareas literarias como si no fuera un cadáver y escribió durante unos días sobre la justificación por la fe. Como era su costumbre, no dijo una palabra sobre la caridad. Los ángeles notaron esa omisión y mandaron personas a interrogarlo. Melanchton les dijo: "He demostrado irrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridad y que para ingresar en el cielo basta la fe". Esas cosas les decía con soberbia y no sabía que ya estaba muerto y que su lugar no era el cielo. Cuando los ángeles oyeron ese discurso lo abandonaron.

A las pocas semanas, los muebles empezaron a afantasmarse hasta ser invisibles, salvo el sillón, la mesa, las hojas de papel y el tintero. Además, las paredes del aposento se mancharon de cal y el piso de un barniz amarillo. Su misma ropa ya era mucho más ordinaria. Seguía, sin embargo, escribiendo, pero como persistía en la negación de la caridad, lo trasladaron a un taller subterráneo, donde había otros teólogos como él. Ahí estuvo unos días encarcelado y empezó a dudar de su tesis y le permitieron volver. Su ropa era de cuero sin curtir, pero trató de imaginarse que lo anterior había sido una mera alucinación y continuó elevando la fe y denigrando la caridad. Un atardecer sintió frío. Entonces recorrió la casa y comprobó que los demás aposentos ya no correspondían a los de su habitación en la tierra. Alguno estaba repleto de instrumentos desconocidos; otro se había achicado tanto que era imposible entrar; otro no había cambiado, pero sus ventanas y puertas daban a grandes médanos. La pieza del fondo estaba llena de personas que lo adoraban y que le repetían que ningún teólogo era tan sapiente como él. Esa adoración le agradó, pero como alguna de esas personas no tenía cara y otros parecían muertos, acabó por aborrecerlos y desconfiar. Entonces determinó escribir un elogio de la caridad, pero las páginas escritas hoy aparecían mañana borradas. Eso le aconteció porque las componía sin convicción.
Recibía muchas visitas de gente recién muerta, pero sentía vergüenza de mostrarse en un alojamiento tan sórdido. Para hacerles creer que estaba en el cielo, se arregló con un brujo de los de la pieza del fondo y éste los engañaba con simulacros de esplendor y serenidad. Apenas las visitas se retiraban, reaparecían la pobreza y la cal, y a veces un poco antes.
Las últimas noticias de Melanchton dicen que el mago y uno de los hombres sin cara lo llevaron hacia los médanos y que ahora es como un sirviente de los demonios.

(Del libro Arcana coelestia, de Emanuel Swedenborg.)

miércoles, 29 de octubre de 2008

Ejercicio cinco. El orden de los acontecimientos

Todo lo que sucede en una narración sucede en el tiempo. Unas cosas antes y otras después. Parece, pues, que el orden natural en una narración es empezar por lo que pasa antes y acabar por lo que pasa después. Es lo que se llama desarrollar la trama linealmente.
Pero no es necesario hacerlo así. Podemos empezar por lo último o por lo intermedio, y también ordenar los hechos con un orden que nada tenga que ver con el temporal. Como cualquier otro cambio (nada es gratuito en una narración) el cambio en el orden en que se narran los hechos tiene efectos que un buen narrador debe manejar.
Un ejemplo (quizá producido por el azar). Conocimos primero (vosotros no debíais ni haber nacido) a Lord Bader, malo entre los malos, y luego a Ánakin Skywalker; y nuestra visión de la generosidad, la entrega y el valor de este último se tiñó de un patetismo que no habríamos percibido si a la valerosa imagen del niño conductor de vainas no se superpusiera como un futuro inevitable la negra figura del Lord.

El ejercicio cinco va a ser escribir un relato cuya trama no tenga un desarrollo lineal. No es necesario que os lo inventéis, podéis contar una historia conocida (un cuento tradicional, una película…) pero cambiando el orden. Procurad que el cambio no sea arbitrario, que tenga alguna intención, aunque sea tan sencilla como que el principio sea más intrigante o más emocionante.

viernes, 17 de octubre de 2008

Ejercicio cuatro. Un narrador protagonista

Dicen que cada uno cuenta la historia según le va en ella, ergo… cambiar el narrador es cambiar la historia.
Este cuarto ejercicio va a consistir en eso. Vais a cambiar el narrador externo y omnisciente de los cuentos tradicionales por un narrador protagonista. Para el cambio os propongo El porquerizo de Hans Christian Andersen, que leímos en clase. Los chicos podéis escribir el cuento contado por la princesa y las chicas, por el porquerizo.
El cambio no debe ser sólo un cambio en la persona gramatical. Recordad que al cambiar el narrador la historia debe cambiar.
Pensemos en la princesa. Es bella y caprichosa y ha tenido la más regalada de las vidas, seguramente ha tenido siempre todo lo que ha deseado. Pero ahora está llorosa y sola, mojándose bajo la lluvia. Su consentidor padre le ha dado con la zapatilla en la cabeza cuando le estaba dando al porquerizo el octogésimo sexto beso y, lo que es peor, la ha puesto de patitas en la calle. Y el vengativo porquerizo le ha dado con la puerta en las narices y se ha encerrado con dos vueltas de llave en su pequeño reino. ¿Cómo contará la historia? ¿Estará rabiosa o desconcertada y llena de miedo? Todo lo que cuente tiene que estar visto a través de sus ojos y así, la maravillosa rosa no valdrá nada y el puchero y la carraca serán los objetos más deseables. ¿Cómo verá al porquerizo? ¿Será nada, un mero obstáculo que le impide obtener el juguete que tanto ansía?...
Preguntas parecidas habrá que hacerse si el que cuenta el relato es el porquerizo. ¿Ha estado enamorado de la princesa? ¿Lo sigue estando? ¿Por qué se disfraza de porquerizo? ¿Para vengar su orgullo herido? ¿Para darle una lección a la princesa?... ¿Cuáles son sus sentimientos ahora que la ha dejado abandonada?...
Pensad en todo ello y en más cosas antes de poneros a escribir.
Nota: si tenéis un cuento tradicional favorito y preferís utilizarlo para el ejercicio podéis hacerlo. Contad, por ejemplo, el cuento de pulgarcito desde el punto de vista del ogro o el de Blancanieves desde el punto de vista de la madrastra.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Ejercicio tres. La magia de las palabras

La asignatura de Lengua es la más importante y la más útil. En ella se aprende (se debería aprender) la magia de las palabras. Ningún conocimiento puede resultarnos más provechoso. Si supiéramos utilizar las palabras justas, hasta los objetos responderían a nuestros deseos. Diríamos, por ejemplo, “ábrete, sésamo”, y la puerta que guarda el tesoro fabuloso de los ladrones se abriría para nosotros.
Pero -¡ay!- la de las palabras es una magia poderosa pero extremadamente difícil. Un gesto o una risita o un tono de voz inadecuados, un adjetivo mal puesto, un verbo que debió ser un sustantivo abstracto… pueden acarrear el fracaso del embrujo mejor ideado. Y esa mujer (o ese hombre) que queríamos enamorar se ríe de nosotros o se enfada; y ese profesor que queríamos que nos cambiara el examen, nos lo pone más difícil; o esos alumnos que queríamos emocionados con la lectura del más hermoso de los poemas, se aburren y bostezan.
Enseñaros los arcanos de tan difícil magia no está al alcance del aprendiz de brujo que es vuestro profesor, que sólo los conoce parcialmente y acaso no los entiende del todo, pero la magia nadie la entiende del todo. ¡Qué fácil enseñar ciencias exactas!

El primer ejercicio de redacción que tenéis que escribir es una carta que sea una declaración de amor. Pensad bien en quién la escribe (puede no tener nada que ver con vosotros) y en quién la recibe.
Es una situación en la que todo el mundo querría ser el más hábil mago de las palabras. A ver que tal os desenvolvéis.

Ejercicio dos. Creación del cuaderno

Una vez pensado el nombre de ese escritor que vas a ser y del cuaderno donde vas a escribir, tienes que crear este último. Para ello puedes pinchar en Crear un blog en la barra azul y seguir las instrucciones. Necesitarás una cuenta de correo electrónico.
Una vez hayas creado tu cuaderno, vuelve y déjame un comentario en esta entrada. Algo como: "Señor mago Merlín, soy el rey Arturo y mi cuaderno se llama Crónica de Camelot. Está usted invitado a leerlo." O, si sois más atrevidos y no teméis a la nigromancia, "Hola Merlín, soy Arturo y mi cuaderno se llama Cuaderno de Arturo. Pásate por él."

Ejercicio uno. La importancia de los nombres

Lo primero que hizo Alonso Quijano para crear a don Quijote fue buscar un nombre para él y para su caballo. Imitémosle: busca un nombre para el escritor que vas a ser y para el cuaderno donde vas a escribir.
Como podéis ver, el que yo he elegido -un poco presuntuosamente- es el de mago Merlín. A lo mejor usando esta máscara se me transfiere un poco de la sabiduría y la magia del personaje.

Principio

En este espacio virtual vais a tener que ser escritores (o fingir que lo sois). ¿Qué significa ser escritor? Que para uno la escritura importa más que nada.